Zidane, tras despuntar en el Girondinds de Burdeos durante cuatro años, fichó por la Juventus y comenzó una extraordinaria escalada en el mundo del fútbol. En Turín se encontró consigo mismo como futbolista y demostró que dejaría su huella en la historia del fútbol a base de magia, talento y goles.
A pesar del bien que hizo al equipo de Turín, su verdadera entrada en el Olimpo llegó en el Mundial de su país, el Mundial de Francia, en 1998.
Francía poseía una de las generaciones más potentes de su historia. Zidane, la estrella, disponía de toda la libertad del mundo alrededor de la mediapunta, sabiendo que detrás de él se encontraban dos futbolistas como Petit y Deschamps, el capitán por aquel entonces. Por si fuera poco, Vieira y Karembeu, dos mediocentros del mismo perfil, esperaban una oportunidad desde el banco. En la línea defensiva, Lizarazu, Thuram y Desailly formaban una de las zagas más potentes y rentables de la historia de los mundiales.
Por delante, delanteros del calibre de Thierry Henry -por entonces con 20 años- y David Trezeguet -que no llegó a disputar la final-. Contando a Stéphane Guivarc'h.
El comienzo de Zidane en el Mundial no fue precisamente para lanzar cohetes. En uno de los partidos de liguilla, concretamente en el que Francia debía disputar frente a Arabia Saudí, se autoexpulsó con un pisotón sobre uno de los futbolistas del combinado africano. Francia logró pasar a octavos de final como primera de grupo, con 9 puntos, es decir, con todos los partidos ganados.
En octavos vencieron con más problemas de los que se preveían a Paraguay, que apuró un gran partido hasta la prórroga, pero que Laurent Blanc decidió con un afortunado tanto tras un rechace.
En cuartos, en un partido muy táctico y prácticamente sin oportunidades, Francia se impuso a Italia en la tanda de penaltis por 4-3 tras empatar 0-0.
La semifinal fue un tanto agónica. Se les enfrentaba la Croacia de Davor Suker. Un rival a priori inferior en todos los aspectos. A pesar de ello, había derrotado a Alemania en cuartos. Los croatas hicieron bien las cosas y casi se cuelan en la final. Gran equipo el que se montaron.
Thuram cometió un error infantil que sirvió a Suker para inaugurar el marcador. Luego, el mismo lateral derecho galo resolvió el partido con dos goles. Una noche que Lilian recordará siempre.
Y se encontraron en la final. La todopoderosa tetracampeona del mundo, Brasil, se cruzaba en el camino de los franceses, que hasta ahora no habían perdido ni un solo encuentro en todo el campeonato. Ronaldo, Rivaldo, Roberto Carlos, Bebeto, Sampaio, Marcos y compañía tratarían de buscar el título Mundial por segundo torneo consecutivo.
Francia era un equipo mucho más táctico que la canarinha, mucho más ordenado. Los brasileños se basaban un poco más en la calidad individual de sus futbolistas, en el "a ver qué pasa", y Francia les pasó por encima. Petit y Deschamps anularon el juego de creación brasileño, Thuram impidió que Roberto Carlos hiciera de las suyas por la banda izquierda, y Ronaldo, con problemas de salud, decepcionó estrepitosamente en uno de los partidos más importantes de toda su trayectoria futbolística.
A la media hora de partido, Zidane, con un soberano cabezazo anticipándose a varios defensores cariocas, rompía las tablas del marcador y adelantaba a su equipo para colocarlo un poco más cerca de la gloria. Al borde del final de la primera mitad, de nuevo Zidane con un fenomenal testarazo y colando el balón por debajo de las piernas de Roberto Carlos que defendía el primer palo, ponía el partido aún más cuesta arriba a Brasil y se lo encarrilaba a su combinado.
La verdeamarelha durante la segunda mitad apenas logró chutar una vez a portería.
Justo antes de que el colegiado diera la señal del inicio de la fiesta, Petit, en una jugada a la contra con Brasil volcado, impuso el definitivo 3-0.
El único año en el que Francia saboreó la victoria en un Mundial. El estadio se vino abajo, y Zidane se proclamó definitivamente como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos.
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20.11.07
Finales Históricas II: La consagración de un mito
Publicado por Alvaro a las 22:14 11 comentarios
6.10.07
Finales Históricas I: La noche en la que un árbitro levantó a unos jugadores
Para algunos jugadores solo quedaban dos minutos... para otros, TODAVÍA quedaban dos minutos.
Esa es la única manera de resumir lo que fue la final de la Copa de Europa de 1999. 26 de Mayo, Camp Nou.
El Manchester tenía la posibilidad de ser campeón de Europa por segunda vez en su historia, el Bayern, por cuarta.
Pronto se pondrían por delante los bávaros. Basler de falta, engañaba al mítico portero Peter Schmeichel. El Bayern dominaba. A lo largo del partido tuvo más ocasiones que el Manchester, y llegaron a estrellar dos balones en la madera. El primero, tras una vaselina [casi] perfecta, y el segundo, de chilena.
.La primera parte concluyó y el Bayern se iba con esa ventaja por la mínima hacia el túnel de vestuarios. Los alemanes tuvieron más ocasiones, pero el United depositó toda su fe en dos datos importantísimos. El primero, el pensar que tenían toda una segunda mitad por delante, y el segundo, el conocer la imprevisibilidad de las grandes finales europeas. Y así lo hicieron.
La segunda mitad fue un calco de la primera, quitando el gol del Bayern y añadiendo la menor frescura de los futbolistas de los dos equipos.
.Tiempo de descuento, córner a favor de los 'red devils'. Schmeichel subió a rematar a la desesperada. La hinchada teutona cantaba ya el alirón, pues estaban a dos minutos de la gloria. Beckham botó el saque de esquina y la zaga del Bayern despejó la pelota. Mal despeje donde los haya. El rechace cayó a la bota de Giggs, que sin pensárselo disparó, y Sheringham, justo antes de que el balón se perdiera por la línea de fondo, lo desviaba lo justo para que se colara en la portería. Kahn y su defensa, petrificados. De repente los aficionados del Bayern enmudecieron en medio del delirio inglés.
.Si empatar en el último minuto era difícil, más era conseguir el gol de la victoria. No para el United, que a fuerza de fe, corazón y empuje fueron acercándose de nuevo a la portería contraria. Otra vez córner a favor del Manchester. Beckham lo vuelve a botar, un jugador la peina hacia atrás y Solskjaer, con la 'puntera de Dios' daba la Champions a su equipo. Impresionante, clamoroso. Los jugadores del Bayern no se lo podían creer. Pataleaban sobre el césped y maldecían su suerte. Pierluigi Collina, árbitro del encuentro, se dedicó a levantar del suelo a los futbolistas del Bayern. Entonces se acordaron de los dos tiros al palo. Entonces se dieron cuenta de la magia de la Copa de Europa.
Publicado por Alvaro a las 13:20 21 comentarios
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